30/3/08

Crisis política económica: Gobierno vs. ¿campo?


Necesito escribir acá, luego de tanto tiempo, porque acabo de postear un comentario en una nota de un diario muy importante (ese que salió hace poco) y veo que el mismo no figura junto a otros que el resto de la gente publica. Seguramente será una variación de mi neurosis (que cada vez, y peligrosamente, avanza más rápido) pero no quiero quedarme con la sospecha de que mi voz, mi comentario, mi opinión fue acallada por un medio de comunicación. No quiero, no en este país, donde todo lo imaginable (y lo inimaginable también) ha ocurrido en el pasado, ese que llevamos como una mochila cargada de plomo que no nos podemos sacar de la espalda, no sólo porque no se puede sino porque no se debe desembarazarse de ella; no es responsable y ético para con nosotros, para con nuestros futuros hijos, para con las próximas generaciones mirar para otro lado.
La nota a la cual hago referencia se titula "Carta abierta a Cristina" y figura en el diario Crítica de la Argentina. La firma el conductor, humorista y actor Fernando Peña. Les recomiendo que la lean, pero si no tienen ganas, les describo vagamente el artículo: una combinación de varias críticas a la Presidenta que tienen como principal eje la actitud patoteril, según Peña, del piquetero oficialista Luis D'Elía. Afortunadamente, ayer en mi casa me detuve a observar la emisión de TVR y pude comprender con más facilidad porqué el enojo de Peña contra D'Elía. Basta decir que Peña llamó a D'Elía para preguntarle "humildemente" el porqué del golpe contra un activista a favor del campo en la noche del martes. Cuando D'Elía lo atendió, le empezó a decir de todo: que era un blanquito, que vivía en una casa bien, y para hacerla más corta, que odiaba "a toda la puta oligarquía" incluyendo a Peña en ella, por supuesto. El actor mandó esta curiosa carta abierta a la Presidenta para cuestionarle la presencia de su agresor verbal en el acto del Frente para la Victoria en Parque Norte. Claro, lo que Peña inocentemente "olvidó" decirle a todos los medios que lo llamaron para victimizarlo fue que él presentó la nota al "piquetero" como "una nota de color... y sí, de color negro".
Lo que los medios levantaron como un nuevo escándalo de D'Elía fue, una vez más, una provocación de los sectores que buscan pegarlo a la figura presidencial para que el Gobierno se lo saque de encima (lo que equivaldría que el muchacho se retire por el momento de la situación política). Así como el hombre que lo increpó en el Obelisco el martes fue victimizado por los medios, Peña hizo gala de su capacidad de ponerse en el plano del desgraciado y casi demonizó a D'Elía. Pero como Peña, el señor que persiguió al "piquetero" (lo pongo entrecomillado porque me parece, por lejos, la denominación más fascista y reaccionaria que han usado los medios para denominar a los manifestantes que gritaban por Cristina en la Plaza estos días, entre ellos, yo mismo; pero también me parece el término más ilustrativo para definir la opinión de una parte de la sociedad para con esta persona en cuestión) tampoco mencionó una cosa: que antes de que D'Elía le "zampe un bollo" (así denominó este último la trompada que pegó, y como me encanta la expresión la voy a usar de acá en más: parece sacada de un libro de Piglia) lo acusó de "mercenario". En la mano en el corazón quiero que me contesten: ¿quién, con o sin cámaras delante, no hubiera reaccionado ante un idiota que en tono provocativo te trata de "mercenario"? Ergo, una persona que actúa porque otr@s le pagan. O sea, para que nos entendamos, que no actúa por interés y convicción propia. Esto, ya se sabe, para cualquiera equivale a ligarse un buen porrazo de un tipo tan de sangre caliente como es el lider de la FTV (no, no es el canal, es la Federación Tierra y Vivienda). Para mí Luis, te quedaste corto: yo lo mato, adelante de todas las cámaras si es necesario.
La situación de enfrentamiento de esta última semana a nivel social fue increíble. En mi corta existencia nunca había visto tanta polarización social. Mientras que en TN mostraban como las manifestaciones con gente empuñando cacerolas (de marca Essen, como se podía ver a la legua) supuestamente se daba en toda la Ciudad, en Once, donde vivo, no sonaba ni una cucharita. Después empezaron a aparecer los nombres de los barrios donde estaban mostrando la "unión del campo y la ciudad": Palermo, Recoleta, San Isidro, Barrio Norte, Olivos. En este último caso vi una cosa que me heló la sangre: un tipo que en la manifestación frente a la residencia presidencial pasó frente a la cámara y, sin pelos en la lengua, largó: "andate Cristina, De la Rúa, volvé". Pero lo que más tristeza me causó fue la visión desestabilizadora de los medios, sobre todo de TN. Recuerdo que en 2002 y 2003, a los piquetes de rutas TN los calificaba de "creadores del caos". Pero en 2008, a los piquetes de la abundancia, esos que los hacen no con cubiertas quemadas, sino con pick-ups y 4x4 de todos los colores impidiendo el paso de la gente (me pregunto ahora: ¿La Nación no se queja más de los piquetes? ¿No los sigue denunciando como "violadores del derecho constitucional de libre circulación"?) Ni hablar de la distinción entre "manifestantes" (entiéndase, ciudadanos de bien que luchan por una situación intolerable como la de las retenciones criminales contra nuestro bien adorado campo) y "piqueteros" (o sea, esos negros patoteros pagados por un gobierno soberbio y corrupto que, lejos de escuchar al pueblo, lo callan con grupos parapoliciales -así se referían en Filosofía y Letras los militantes del PO, MST y CEPA (PCR) a autoconvocados y organizaciones sociales y estudiantiles, como La Simón Rodríguez, donde milito- que reprimen para no modificar nada de lo que está mal).
Yo realmente no sé cómo esta crisis se puede solucionar. Hablo del corazón si digo que cuando fui a la Plaza el martes pensé que se le venía la noche a un gobierno votado libre y democráticamente por el 45% del país, un gobierno que bajó la desocupación de casi el 25% a un dígito, que le abrió la Casa Rosada a las Madres y las Abuelas, que impulsó la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que modificó la postura argentina a nivel internacional, poniendo fin a tantos años de relaciones carnales, aliándose con Chávez, Evo Morales y Correa, que se opuso a la supremacía yanqui en la ONU, votando siempre a favor de Cuba y la Revolución y contra el bloqueo. La sociedad argentina toda debe abrir urgentemente los ojos y ver más allá de la cortina de humo que arman los medios de comunicación y los partidos autodenominados revolucionarios, porque avalando actitudes golpistas y antidemocráticas no vamos a parar a ningún lado. Me despido recordando una imagen que vi ayer y que casi nadie reprodujo (está claro, ya lo demostraron los militares: de lo que no se habla, no existe), un agropecuario pinchando con un puñal las cubiertas de un camión estacionado en una ruta cortada. Eso equivale a amenazarnos a todos con un arma en la cabeza. Y como bien dijo Cristina, es muy difícil negociar, o siquiera gobernar, con un arma en la cabeza. Sobre todo en democracia.